Grandes Economistas. Capítulo 3: Los Escolásticos


Tras la Antigua Grecia, la escolástica constituye la siguiente parada de nuestro repaso a la historia del pensamiento económico. Como probablemente recuerde el lector de sus clases de Filosofía, la escolástica fue la corriente teológica y filosófica que dominó el pensamiento medieval. Con Tomás de Aquino o Guillermo de Ockham como dos de sus representantes más destacados, esta combinación de teología, filosofía y estudios jurídicos fue clave para la creación de las universidades medievales europeas. En la cronología que estamos siguiendo, nos referimos especialmente a un periodo comprendido entre los siglos XIII y XVI, una especie de prehistoria de la ciencia económica que comienza con el redescubrimiento de los textos de Aristóteles y termina con la obra de los teólogos y canonistas de la Escuela de Salamanca.

El enfoque de los autores escolásticos partía de la siguiente pregunta: ¿es lícita tal o cual práctica? La justicia, la moral o la ética eran los asuntos que más les preocupaban y que funcionaban como punto de partida para discutir conceptos como el valor, el justo precio o la usura. Antes de abordar el primero de ellos, conviene aclarar que la escolástica no fue una corriente de pensamiento único e inmutable, sino más bien una pluralidad de ideas que se reajustaba constantemente. 

La teoría del valor y el justo precio

Los escolásticos estipularon que el valor de un bien depende de tres factores: su utilidad objetiva (virtuositas), su escasez (raritas) y su utilidad subjetiva (complacibilitas). En consecuencia, el valor no es intrínseco al bien, como más tarde defenderían los economistas clásicos como Adam Smith.

Un concepto estrechamente vinculado con el valor es el precio. Estos autores definían el precio de un bien como su valor expresado en términos monetarios. A partir de esta idea, se interesaban por el justo precio, que era el establecido por la comunidad, el mercado competitivo o, en caso de situaciones de necesidad causadas por guerras o malas cosechas, el determinado por las autoridades como precio legal.

No obstante, las opiniones discrepan en este punto. Por ejemplo, para Juan Duns Escoto (1266-1308) el justo precio debía ser la suma del coste de producción del bien más una compensación por el riesgo que asume el productor. Mientras tanto, Heinrich von Langenstein (1325-1397) afirmaba que el justo precio es el que no altera la estructura social vigente, calificando como acto avaricioso la obtención de unos beneficios excesivos derivados de un precio demasiado alto.

La usura y el cambio

Los escolásticos heredaron de Aristóteles la condena de la usura, pero la circunscribían al contrato de préstamo (mutuum), de tal manera que cualquier ganancia o cobro de intereses en un contrato de este tipo era usurario.

Pero la discusión sobre las prácticas usurarias se volvió cada vez más compleja con el incipiente desarrollo de los mercados financieros. La aparición de instrumentos como la letra de cambio permitía a los mercaderes esconder las prácticas usurarias dentro de contratos de compra-venta (emptio-venditio) a través del cobro de precios más altos en las transacciones a crédito, lo que dio lugar a prácticas como el cambio seco o la mohatra.

De este modo, los escolásticos no tuvieron más remedio que ir reconociendo casos en los que se aceptaba el cobro de intereses:
  • Pena convencional: compensación por el reembolso con tardanza del préstamo.
  • Daño emergente: compensación por pérdidas en el préstamo o daños en la cosa prestada.
  • Lucro cesante (Lucrum Cessans): coste de oportunidad, compensación al prestamista por la privación del uso de su propio dinero durante un periodo de tiempo.
Los contratos que regulaban el cambio de divisas extranjeras (cambium) estaban igualmente sujetos a abusos, siendo otro de los recursos preferidos por banqueros y mercaderes para ocultar los préstamos con intereses. La práctica más frecuente consistía en la cesión de fondos por parte de un prestamista a un prestatario que posteriormente los devolvía en otra moneda, encubriendo los intereses tras el tipo de cambio.

Precisamente las discusiones acerca del mercado de cambios llevaron a los doctores salmantinos Domingo de Soto (1494-1560) y Martín de Azpilcueta (1492-1586) a formular la teoría cuantitativa del dinero y la teoría de la paridad del poder adquisitivo.

La Escuela de Salamanca

Dentro de la escolástica cabe destacar las aportaciones de los doctores en derecho canónico y teólogos de la Universidad de Salamanca del siglo XVI. Este colectivo, conocido como la escuela de Salamanca, fue responsable de la reforma de los programas de estudios de Teología y Derecho en dicha universidad. En materia económica, estos autores intentaban explicar los fenómenos que observaban aislando y después relacionando los factores que podían resultar influyentes.

Fueron ellos los que formularon las primeras versiones de la teoría cuantitativa del dinero y la teoría de la paridad del poder adquisitivo como fruto de sus esfuerzos por entender la Revolución de los Precios de la década de 1530. Este momento se caracterizó por un alza sostenida del nivel general de precios, notables fluctuaciones de los tipos de interés y de cambio y un crecimiento del número de transacciones financieras como consecuencia de la llegada masiva de metales preciosos procedentes de Hispanoamérica.

Martín de Azpilcueta, Domingo de Soto y Luis de Molina (1535-1600) coincidieron en lo que se convirtió en la primera versión de la teoría cuantitativa del dinero. Esta teoría es el resultado de aplicar el análisis de oferta y demanda al valor del dinero, estableciendo que el mismo está determinado por la cantidad. Así, el nivel de precios depende de la cantidad de dinero en circulación y las variaciones de esta dan lugar a cambios en el primero.

Domingo de Soto pensaba que el nivel general de precios sube como consecuencia de un aumento previo de la cantidad de dinero en circulación. En otras palabras, que el nivel de precios es función creciente de la cantidad de dinero, tal como vemos en la expresión siguiente. Sin embargo, no ofrecía razones para ello.
Martín de Azpilcueta y Luis de Molina sí dieron más detalles. Según ellos, los precios son mayores en aquellos lugares donde abunda el dinero, siendo menor el valor de este. Lo contrario ocurre donde es escaso: el dinero vale más y los precios son más bajos.

A Azpilcueta se le atribuye también la primera formulación de la teoría de la paridad del poder adquisitivo. Vinculada en el siglo XX con el sueco Gustav Cassel, esta teoría relaciona los tipos de cambio entre dos divisas con la evolución de los niveles de precios en el interior de las dos economías a las que pertenecen esas divisas.

Adicionalmente, a los escolásticos de Salamanca se les considera los precursores de la Escuela austriaca de Economía, fundada por Carl Menger en la segunda mitad del siglo XIX y a la que se adscriben autores como Ludwig von Mises o F.A. Hayek. Uno de los lazos más significativos entre ambas escuelas lo encontramos en la teoría del valor subjetivo basada en el concepto de utilidad. Si bien los economistas austriacos fueron los que la desarrollaron y estudiaron con mayor profundidad, ya la habían tratado Diego de Covarrubias (1512-1577) y Luis de Molina en el siglo XVI. Asimismo, en relación con la Escuela austriaca merece la pena mencionar la defensa de la libertad individual que ejercieron Juan de Mariana (1536-1624) y Domingo de Soto.

Finalmente, la Reforma protestante y la posterior Contrarreforma provocaron la fragmentación de la comunidad científica europea y, con ella, el gradual ocaso de los estudios escolásticos y las universidades católicas de Europa. Se rompió así la continuidad en los debates económicos suscitados por estos autores, debates que durante el siglo XVII pasaron a centrarse en las propuestas de política económica de los mercantilistas, encaminadas a la acumulación de poder de los estados-nación europeos.

Continuará...

Bibliografía
  • Clases de Historia del Pensamiento Económico del Prof. Dr. Fernando Méndez Ibisate (Universidad Complutense de Madrid).
  • Perdices de Blas, L. (editor) (2003): Historia del Pensamiento Económico, Síntesis, Madrid.
Autor:
Manuel V. Montesinos