Fuente: www.theguardian.com
Coincidirá el lector conmigo en que la crisis económica actual se ha convertido en uno de los más importantes hechos económicos de nuestras vidas. Algunos no hemos conocido ningún otro fenómeno tan impactante ni con unas consecuencias tan devastadoras como este. Cierto es que para algunos economistas esta crisis no es tan especial como parece. Al fin y al cabo, la historia del capitalismo está conformada por episodios de expansión y recesión que se han ido sucediendo de forma cíclica. Pero observemos a nuestro alrededor, recapacitemos unos minutos sobre la trágica situación por la que están pasando muchas familias en países como el nuestro y nos daremos cuenta de que esta crisis no es como las demás.
¿Cuál es la diferencia? Lo que ha ocurrido con el ámbito financiero, una inversión de su relación con la economía real: cuando lo natural es que los problemas económicos reales (caídas de la producción, el consumo o la inversión) generen distorsiones financieras, estas son las que se han dado primero en esta ocasión, causando la contracción de la economía, la escalada del paro, etc. ¿Pero por qué?
1.-Los orígenes de una realidad terrible
La razón por la que ha sucedido así la encontramos en la fase de expansión previa. Más que la consolidación de un Estado del Bienestar con capacidad de sobra para cubrir las necesidades básicas y de una sociedad próspera e instalada para siempre en la abundancia, lo que hasta 2007 se fraguó fue más bien una inestabilidad latente, preparada para despertar y manifestarse violentamente de un momento a otro. La propensión crónica a la volatilidad en el sector financiero y el imparable endeudamiento al que nos habíamos apuntado desde la década de 1970 eran en realidad los signos del sobredimensionamiento del sector financiero. Esta hipertrofia financiera, tal como la denominan algunos autores, se convertía en el caldo de cultivo perfecto para la sucesión de ataques de pánico en los mercados. De hecho, un estudio elaborado en 2003 por el Banco Mundial cifraba en cinco el número de crisis financieras producidas entre 1945 y 1970, pasando a llamar la atención sobre las 117 crisis bancarias y 113 de otra índole que se habían dado a partir de entonces.
Sin embargo, ni los petardos estallan sin haber encendido antes la mecha, ni las fiestas terminan antes del final de la música. Los antecedentes de la crisis los podemos situar en 2001 y en Estados Unidos. Es entonces cuando la Reserva Federal ejecuta una rebaja de los tipos de interés con tal de reanimar la economía después del susto de las puntocom (crisis vinculada al desplome bursátil de compañías que operaban en Internet). El abaratamiento del endeudamiento y el aumento de la liquidez que tuvo como resultado esa medida preparó el terreno para la colocación de productos financieros complejos. En realidad la titulización de activos para la creación de los famosos derivados ya se venía dando desde los años setenta. No obstante, se acababa de configurar el marco ideal para que los bancos aprovecharan nuevas oportunidades de negocio y aumentaran su volumen de actividad sin preocuparse por el riesgo que podían entrañar tales operaciones.
En concreto los bancos americanos sintieron especial predilección por un tipo de hipotecas concedidas a clientes sin capacidad para asumir su coste, personas a las que Leopoldo Abadía bautizó acertadamente como NINJAS (No Income, No Job, No Assets), es decir, sin ingresos, trabajo ni activos suficientes para hacer frente a las deudas que habían contraído.
El espectacular crecimiento del endeudamiento privado en los países desarrollados y la abundancia de liquidez en el mercado se mantuvieron hasta 2007. Fue entonces cuando se desencadenó la avalancha de impagos de esas hipotecas subprime o de alto riesgo y empezó a caer en picado tanto el precio de las viviendas como el valor de los activos derivados. Tan diseminados se encontraban estos últimos por el sistema financiero internacional que lo que comenzó como una crisis hipotecaria en Estados Unidos no tardó en convertirse en una crisis bancaria y financiera a nivel mundial. La quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 no fue más que la constatación de una realidad terrible.
2.-El desarrollo de una pesadilla
Uno de los rasgos distintivos de esta crisis es su extensión a nivel mundial. Estamos hartos de escuchar una y otra vez que en Economía todo está conectado, pero no por eso deja de ser complicado entender cómo es posible que un estornudo en Estados Unidos pueda acatarrar al resto del mundo. Se pueden distinguir dos principales canales de trasmisión internacional de la crisis: el comercio y las finanzas.
Por un lado, la innovación financiera y la fe ciega de los inversores en unas agencias de calificación más preocupadas por ganar dinero que por asignar notas correctas a los activos financieros permitieron a los bancos norteamericanos emitir títulos de deuda que fueron comprados masivamente por el resto del mundo, especialmente por entidades financieras europeas. Con una atractiva rentabilidad y unos seguros que garantizaban los pagos en caso de incumplimiento del emisor, estos títulos eran negociados en mercados no organizados y eran tomados como referencia para la elaboración de otros instrumentos financieros todavía más complejos.
Mientras tanto, la crisis llegó a los países en vías de desarrollo a través de los intercambios comerciales. Como consecuencia de la contracción de la demanda en Occidente, los flujos comerciales retrocedieron un 10% en términos reales en 2009. A pesar de todo, los países de la periferia del sistema capitalista mundial han sufrido menos al no estar expuestos a los riesgos financieros que antes hemos comentado.
Precisamente en 2009 la crisis salta de las finanzas a la economía real, con el crédito como hilo conductor. Debido a la crisis hipotecaria, los bancos dejaron de prestarse dinero entre ellos, lo que junto con los activos tóxicos que tenían en sus balances les restaba capacidad para actuar en el corto plazo. Al dejar de prestar fondos a empresas y particulares, las crisis se extendió a la economía real, castigando más a las economías con un modelo de crecimiento asentado sobre el endeudamiento y sectores procíclicos (la construcción es uno de ellos: crece durante las expansiones y se contrae en las recesiones). Nos suena, ¿verdad?
Si bien a más de un presidente del gobierno le costó reconocer el grave deterioro de la salud de la economía, pronto se tomaron medidas para detener la sangría. El primer objetivo de política económica frente a la crisis fue la recuperación del crédito. Para ello los Estados intervinieron en el sistema financiero a través de la nacionalización de bancos, la inyección de fondos públicos en estos y la compra de activos tóxicos. En el caso de España, fueron 150.000 millones de euros los dedicados a estas medidas, una cifra que iguala la de todos los fondos europeos de desarrollo que nuestro país ha percibido desde su entrada en la Unión Europea.
Además de las ayudas a la banca, el 2 de abril de 2009 el G-20 acordó en la Cumbre de Londres poner en marcha estímulos económicos mediante el aumento del gasto público. Sin embargo estas medidas, la caída de los ingresos públicos (recaudación por impuestos) y el aumento del gasto (prestaciones de desempleo) derivados del desplome de la actividad económica tuvieron como consecuencia el inicio de una nueva fase de la crisis. De este modo, mientas en Estados Unidos se mantuvieron los estímulos, la escalada de la deuda pública y las dificultades de los países del euro para colocar sus emisiones de bonos (manifestadas en el incremento de las primas de riesgo) justificaron la aplicación de políticas de austeridad fiscal a partir de mayo de 2010. Todo ello en el marco de la crisis de deuda soberana en Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y España, que obligó a organizar sistemas multilaterales de apoyo entre los países del euro para no comprometer la estabilidad de estos.
¿Y después qué? Lo que pasó después es lo que podemos leer en los periódicos cada día. Tras ocho años de crisis todavía reina la incertidumbre en Europa. Además de la crítica situación de Grecia, en países como España quedan muchos problemas por resolver. El desempleo sigue siendo muy alto (aunque lleva descendiendo varios meses consecutivos) y el déficit público también. Y mientras tanto tenemos la sensación de estar viviendo una nueva Transición, el nacimiento de nuevas formas de hacer política que responden a las demandas de una sociedad desencantada con sus representantes, salpicados a menudo por bochornosos casos de corrupción.
3.-Lecciones de un fracaso… ¿irrepetible?
A pesar de las tareas pendientes, son muchas y muy valiosas las lecciones que podemos extraer de esta crisis. En primer lugar, ha cambiado la forma de entender el funcionamiento de los mercados:
- Se ha roto el mito de que la desregulación de los mercados incrementa la actividad económica sin generar riesgos apreciables.
- Se ha dudado sobre la corrección de la actuación de los bancos centrales y las políticas monetarias.
- Se han desdibujado los límites entre el sector privado y el sector público en lo que se refiere al sistema financiero en general y bancario en particular.
- Se ha puesto de manifiesto la escasez de mecanismos multinacionales para resolver episodios de crisis.
- Ha quedado en evidencia la dependencia del mercado mayorista como agente financiador que tienen los tesoros públicos y la necesidad de diseñar estrategias fiscales a medio y largo plazo que sean creíbles.
Por último, se ha puesto de manifiesto la necesidad de realizar cambios en las instituciones financieras internacionales:
- Las instituciones deben velar para que no se repitan los vicios del pasado: endeudamiento masivo, burbuja inmobiliaria…
- Para combatir los problemas financieros y de deuda en sus países miembros, la Unión Europea debe reforzar la regulación del sistema bancario y financiero, con el Banco Central Europeo como supervisor único y nuevos mecanismos de apoyo financiero a sus socios.
- Se deben poner en marcha reformas estructurales a nivel nacional e internacional para mejorar la regulación y el control de los mercados financieros y entidades bancarias. La regulación internacional a cargo del Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales debería proporcionar un punto de partida para que los reguladores supranacionales y nacionales continúen con esta tarea. Las entidades de gran tamaño y los mercados e instrumentos financieros podrán ser así mejor supervisados.
- Hay que redefinir el papel del FMI, cuyos fondos no están resultando suficientes para hacer frente a los problemas financieros internacionales, viéndose obligado a recurrir a la ayuda del Banco Mundial, desviando de los objetivos para los que había sido creada a esta última institución. Por otro lado, las medidas de austeridad que está promoviendo en Europa están siendo cuestionadas, al deteriorar gravemente las condiciones de vida de los europeos.
CONTINUARÁ…
BIBLIOGRAFÍA
- Clases de Economía Mundial del Prof. Dr. Juan Manuel Ramírez Cendrero (Universidad Complutense de Madrid).
- DE BARRÓN, I. (17 de diciembre de 2007): Las claves de una crisis financiera inédita y con final incierto. El País, p. 25.
- MAESO, F. (2013): Mercados financieros internacionales, en ALONSO, J.A. (Dir.): Lecciones sobre economía mundial, Thomson-Reuters / Civitas, Cizur Menor.
- UBIDE, A. (11 de diciembre de 2007): ¿Por qué dura tanto la crisis crediticia? El País, p. 33.
Autor:
Manuel V. Montesinos