Grandes Economistas. Capítulo 4: El Mercantilismo

Continuamos con la serie Grandes economistas. Para leer los capítulos anteriores, pincha en los enlaces siguientes:
  Claudio de Lorena (1639): Puesta de sol en un puerto.
Mercantilismo es un término ambiguo. Por una parte, puede definirse como el entorno intelectual e institucional en el que surgieron los estados-nación en el siglo XVI. Por otra, el mercantilismo constituye un capítulo de la historia del pensamiento económico que se sitúa entre el feudalismo y el liberalismo. Esta ambigüedad da lugar a dos interpretaciones del mercantilismo que no son rivales, sino complementarias:
  • Aproximación doctrinal: el mercantilismo como sistema de pensamiento. Dada la finalidad de esta serie de artículos, nos centraremos en esta aproximación.
  • Aproximación política o como proceso histórico: se ocupa de los conflictos de intereses y procesos de captación de rentas que se produjeron en el seno de las instituciones económicas y políticas del momento.
Como doctrina económica, el término mercantilismo fue acuñado por el fisiócrata Victor Riquetti, marqués de Mirabeau (1715-1789) en 1763 para referirse al sistema de ideas que dominó el discurso económico desde principios del siglo XVII hasta finales del XVIII. A pesar de este dominio, los defensores del mercantilismo, lejos de conformar un grupo homogéneo, se caracterizaron por su diversidad. Independientemente de que muchos de ellos eran comerciantes o empresarios que se adhirieron a este movimiento en busca de su propio interés, se aprecia una falta de consistencia en el sistema mercantilista que pudo deberse a la ausencia de instrumentos analíticos comunes y de una red de contactos entre sus miembros más sólida. También faltaban los elementos de unión que caracterizan a otros grupos: un líder, un modo de difusión de ideas, un lugar de reunión... Como muestra de tal inconsistencia, el mercantilismo ha recibido nombres distintos según el país, como colbertismo en Francia o arbitrismo en España.

No obstante, y a modo de enlace con el capítulo anterior de la serie, es posible encontrar una diferencia fundamental entre el pensamiento escolástico y el mercantilista: los mercantilistas no se preocupaban por la justica y la salvación, como sus predecesores, sino por el mundo real. De su mano, el pensamiento económico saltó desde los debates morales hacia la cuestiones relativas a los incentivos y su utilidad para mejorar la situación económica. Ellos sustituyeron los preceptos de la ley divina por los de la ley natural que gobierna la sociedad y definieron una finalidad económica material y objetiva para la actividad humana. 

Reflejo de este interés por el mundo real era la preocupación mercantilista por las ganancias materiales del Estado. Para ellos, la política debía estructurarse en términos nacionales, maximizando el binomio poder-riqueza, de modo que los recursos estuvieran al servicio del fortalecimiento del poder político y económico del Estado. Esta orientación se concretaba en una serie de reglas para el diseño de la política económica del momento:
  • Cada pulgada del suelo del país debe dedicarse a una actividad económica, ya sea la agricultura, la minería o las manufacturas.
  • Fomento de una población numerosa y trabajadora. 
  • Todas las materias primas del país se tienen que destinar a las manufacturas nacionales, pues los bienes finales valen más que las materias primas.
  • Prohibición de todas las exportaciones de oro y plata.
  • Límitación de las importaciones a los bienes que escasean o que no pueden ser producidos en el país, y a las materias primas extranjeras que puedan utilizarse en la producción de bienes nacionales. Es conveniente que estas compras se paguen con bienes nacionales, no con oro y plata. 
  • Puesta en circulación de todo el dinero nacional.
Estas reglas conducían a la realización de propuestas como estas:
  • Control de cambios entre las monedas extranjeras.
  • Incentivos a la exportación y fomento de la industria nacional con concesiones a grupos de poder. Algunas de las políticas preferidas en este sentido fueron la concesión de monopolios legales a particulares o sociedades y la puesta en marcha de proyectos de manufacturas reales.
  • Regulaciones sobre las importaciones (curiosamente, los mercantilistas no eran muy partidarios de los aranceles, ya que aumentaban los incentivos al contrabando y al estraperlo).
  • Facilitar la inmigración y obstaculalizar la emigración.
Efectivamente, de los puntos anteriores se desprende la importancia que otorgaban los mercantilistas al comercio y las finanzas internacionales, sentando un precedente a la hora de reconocer el papel clave de esta dimensión económica. Fueron ellos los que introdujeron en el análisis económico la balanza de comercio multilateral, concepto antecesor de la balanza de pagos. Eran pilares de su argumentario las opiniones con respecto a temas como los siguientes:
  • Papel del comercio y el dinero: el objetivo principal de los estados-nación de la época debía ser la acumulación de dinero y metales preciosos. De ahí el interés por restringir las importaciones a las materias primas y promover las exportaciones de bienes finales con tal de lograr un superávit en la balanza comercial. Según William Petty (1623-1687), había que poner el foco en las necesidades comerciales del país para que la liquidez se ajustara a ellas.
  • Comercio de metales preciosos: uno de los rasgos definitorios del pensamiento mercantilista es la creencia en la maximización de la riqueza nacional por medio de superávits comerciales y la acumulación de metales preciosos. Además, una abundante masa monetaria ayudaría a reducir los tipos de interés y los costes financieros, al tiempo que aumentaría la competitividad de sus exportaciones. Este punto de vista pone de manifiesto la ignorancia mercantilista acerca de la teoría cuantitativa del dinero, de la que sí eran conscientes autores como David Hume (1711-1776) y Richard Cantillon (1680-1734). En su versión más simple, esta teoría establece que el nivel de precios es función de la masa monetaria, de tal manera que el aumento de esta, como deseaban los mercantilistas, provocaría el alza del nivel de precios en el país, reduciendo la competitividad de los productores nacionales a la hora de exportar.
  • Trabajo y pobreza: los mercantilistas proponían el mantenimiento de unos salarios bajos, en el nivel de subsistencia, para evitar el vicio y el libertinaje que se derivaría de la situación contraria, dada la supuesta baja condición moral de los trabajadores. Así, la pobreza les haría más laboriosos. El crecimiento de la población ayudaría a disponer de una abundante mano de obra que mantuviera bajos los salarios. Estas ideas estaban respaldadas por la teoría de una curva de oferta inclinada hacia atrás. Según esta, a partir de cierto punto, el incremento de los salarios reduciría la oferta de trabajo, y con ella la producción y el comercio, pues los trabajadores preferirían el ocio a la renta adicional. 
A partir del salario real correspondiente al punto B, la oferta de trabajo es decreciente.
 
En resumen, desde una concepción del comercio como un juego de suma cero, los mercantilistas suponían que sus propuestas proteccionistas permitirían aumentar la riqueza y la bonanza de sus respectivos países. Se trata de una concepción de la economía que, en cierto modo, ha llegado hasta nuestros días, haciéndose presente en el debate sobre las consecuencias de la globalización, que se ha intensificado durante los últimos años. No obstante, hay que reconocer que los mercantilistas dejaron un legado muy valioso: la predilección por reunir y conservar estadísticas sobre el mundo real, lo que les convierte en los primeros que se interesaron más por la experiencia de los hechos que por la especulación metafísica en Economía. 

A modo de conclusión, es interesante entender cómo se produce la transición desde el intervencionismo mercantilista hacia el liberalismo. A nivel doctrinal, el mercantilismo fue cada vez más criticado por autores liberales como Bernard de Mandeville (1670-1733), que consechó un gran éxito con La fábula de las abejas (1705), obra en la que muestra su confianza en el egoísmo de los individuos como promotor de la prosperidad pública. Mientras tanto, a nivel institucional, el afán por acumular metales preciosos y las actividades de captación de rentas provocaron justamente el efecto contrario al que pretendían los mercantilistas: la destrucción de la riqueza social. En este contexto, serían los fisiócratas quienes protagonizarían la reacción liberal frente a la corriente dominante.

Bibliografía
  • Clases de Historia del Pensamiento Económico de Fernando Méndez Ibisate (Universidad Complutense de Madrid).
  • Perdices de Blas, L. (editor) (2003): Historia del Pensamiento Económico, Síntesis, Madrid.
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