¿Por qué hay tanto Paro en España? (I)


Han pasado 234 días desde la celebración de las elecciones del 20D, 45 desde su repetición el 26 de junio y aún seguimos sin nuevo gobierno en España. Sea cual sea el producto de estas eternas negociaciones, está claro que el nuevo Ejecutivo deberá acometer una importante agenda de reformas en materia económica. La multa que Bruselas ha estado a punto de ponernos como castigo por el incumplimiento de los objetivos de déficit público ha dirigido la atención hacia nuestro sistema fiscal. Pero la realidad representada en el siguiente gráfico también debería ser objeto de preocupación en el seno de todos los partidos políticos:

Gráfico 1

Efectivamente, con un 20% de la población activa desempleada en el segundo trimestre de 2016, nuestra tasa de paro continúa por encima de los niveles previos a la crisis de hace ocho años. 12 puntos porcentuales de diferencia con respecto al mínimo del segundo trimestre de 2007 que ejemplifican a la perfección el estancamiento secular del que tanto se está hablando últimamente y que evidencian que las heridas abiertas por la crisis en la economía española aún no han cicatrizado.

Aparte de esta lentitud en el descenso de la tasa de paro, cabe recordar también que la destrucción de puestos de trabajo durante los últimos años ha sido más acusada en España que en otros países desarrollados. Si comparamos las tasas de paro que cada año han tenido de media los miembros de la Unión Europea, veremos que España ha tenido la segunda mayor tasa del club de los veintiocho durante el periodo 2007-2015:
Gráfico 2

A la hora de buscar los motivos del comportamiento diferencial de nuestro mercado de trabajo en comparación con el de otros países, lo primero que hay que hacer es ser humildes y reconocer la complejidad de la tarea. Son muchos los factores que pueden entrar en juego, por lo que ni existe una única manera de explicar un alto nivel de paro en dos economías distintas ni mucho menos podemos dar una receta universal con la que combatir dicho problema. Sin embargo, ello no significa que tengamos que rendirnos y renunciar a entenderlo. Precisamente una de las asignaturas de la carrera que más me han ayudado en este sentido ha sido Economía Española. En ella abordamos el diseño institucional del mercado de trabajo, obteniendo unas conclusiones que me parece interesante comentar aquí.

Lo primero que nos enseñan en esta asignatura sobre el asunto que nos ocupa es que el mercado de trabajo, como explica Mikel Buesa en  La pachorra conservadora, es el entramado institucional en el que tiene lugar la asignación de los recursos laborales del país a las actividades de producción de bienes y servicios a través de la contratación de los trabajadores por parte de las empresas. Como resultado de su funcionamiento se determinan, por una parte, la cantidad de trabajo que se utiliza en el conjunto de la economía (el nivel de empleo y, al mismo tiempo, el de paro), y por otra, los precios pagados por ella (salarios). Este mercado está muy mediatizado por la configuración institucional de las relaciones laborales, cuyos principales componentes son:
  • Las formas de contratación de los trabajadores.
  • Los derechos laborales que afectan a la disciplina laboral y el despido.
  • Los mecanismos de fijación de salarios y condiciones de trabajo a través de la negociación colectiva.
  • Los derechos de asociación de los trabajadores en sindicatos y de los empresarios en patronales.
  • Las formas de protección de los trabajadores en situación de desempleo.
Para entender el diseño de estas instituciones conviene conocer la carga histórica que arrastran como resultado de la iniciativa de los gobiernos y de la confrontación de intereses entre trabajadores y empresarios. En España, hasta el final de la dictadura franquista en 1975 las relaciones laborales estuvieron fuertemente intervenidas por el Estado. La ausencia de libertad sindical y de autonomía entre patronal y trabajadores en la negociación colectiva tenía como objetivo la moderación del crecimiento de los salarios para acomodarlo al de la productividad y mantener así estables los costes laborales unitarios de las empresas. Como contrapartida a esta situación se garantizaba la estabilidad de los trabajadores en el empleo mediante:
  • El encarecimiento del despido a través de su judicialización (posibilidad de recurrirlo ante los juzgados), elevadas indemnizaciones y pago de salarios de tramitación.
  • Trabas a la movilidad funcional con el establecimiento de categorías laborales muy rígidas y una definición muy detallada de las funciones de cada puesto de trabajo.
  • Dificultades a la movilidad geográfica dentro de la empresa debido a la necesidad que tenía esta de llegar a un acuerdo con el trabajador, indemnizarle y costear su traslado.
Una vez restaurada la democracia, se aprueba el Estatuto de los Trabajadores en 1980. Con él se reconoció la completa autonomía de sindicatos y empresarios en la negociación de los convenios colectivos y se impulsó el papel de los primeros, especialmente los más representativos a partir de los resultados de las elecciones a delegados sindicales en las empresas. No obstante, se mantuvieron tanto la rigidez salarial como las dificultades para el despido, circunstancias sobre las que se ha tratado de incidir en las sucesivas reformas del Estatuto.

De este modo, la reforma de 1984 permitió flexibilizar la contratación y el despido de los trabajadores mediante la introducción del contrato temporal sin causa justificada. Como recuerdan Ángel Estrada, Mario Izquierdo y Aitor Lacuesta en un interesante análisis publicado por el Banco de España, la creación del contrato temporal o precario, como popularmente se le conoce, se veía como la única vía por la cual, sin modificar las condiciones de los contratos estables, se podía incentivar la creación de empleo reduciendo los costes de despido, hasta prácticamente elminarlos, para las nuevas contrataciones, en un momento en que la tasa de paro estaba creciendo con mucha intensidad y un colectivo mayoritario de parados se veía atrapado en esa situación durante un largo periodo de tiempo. Esta reforma contribuyó a aliviar el problema del desempleo de larga duración y favoreció la entrada al mercado laboral de nuevos colectivos. Asimismo, incrementó la movilidad laboral, permitiendo una mejor reasignación de los trabajadores desde sectores en declive hacia otros con mayor dinamismo, en un periodo de intensa reconversión de numerosos sectores industriales. No obstante, la consecuencia principal de esta reforma en el largo plazo ha sido la segmentación de nuestro mercado de trabajo en dos grupos muy diferenciados: uno, que agrupa a los trabajadores fijos de las empresas, y otro, que reúne a los temporales.

A partir de 1992 se continuó con la implementación de elementos de flexibilidad, siendo los más relevantes:
  • Ampliación del ámbito de la negociación colectiva a la ordenación del trabajo (definición de puestos y funciones).
  • Supresión del monopolio del INEM (ahora SEPE) en la intermediación laboral entre la oferta (trabajadores) y la demanda (empresas), dando entrada a las agencias privadas de colocación y empresas de trabajo temporal.
  • Reconocimiento del despido por causas objetivas (económicas y productivas) con una indemnización reducida (20 días de salario por año trabajado).
  • Ampliación de las prestaciones por desempleo.
Pero estas reformas no lograron atajar los tres problemas tradicionales de nuestro mercado de trabajo:
  • La rigidez de los salarios, que no se adaptan ni a las condiciones de productividad de las empresas ni al nivel de desempleo.
  • Las altas cotas de paro en las etapas de crisis económica y la enorme dificultad para reducirlas.
  • El amplio nivel de temporalidad (proporción de trabajadores con contrato temporal sobre el total).
Si queremos delimitar bien estos tres problemas tenemos que entender las singularidades del mercado de trabajo español frente al modelo que prevalece en el ámbito europeo. Se puede comenzar con la tasa de actividad, que es la proporción de las personas que, teniendo edad de trabajar (entre 15 y 64 años), lo hacen efectivamente o, en su caso, buscan activamente empleo. Este indicador en España presenta unos niveles similares al promedio de la Unión Europea, siendo incluso mayor que este en los últimos años (74,3% frente a 72,6% en 2015).

Gráfico 3

Las diferencias con nuestros socios europeos aparecen al observar la tasa de ocupación. El porcentaje de personas en edad de trabajar que tienen empleo en España es notoriamente más bajo que la media de la UE, una media que alcanzamos en el periodo más alto del ciclo expansivo, pero de la que nos alejamos durante las recesiones. Puede decirse así que el mercado de trabajo español ofrece, en general, unas oportunidades insfucientes para los que buscan empleo, y que estas oportunidades solo llegan a estar a la altura de las que se observan en el conjunto europeo tras largos años de expansión económica.

Gráfico 4

En consecuencia, la economía española presenta una tasa de paro (proporción de la población activa que no tiene trabajo) mucho más alta que el resto de los países comunitarios. Por ejemplo, mientras en 2013 nosotros presentamos de media una tasa del 26,1%, la de UE-27 fue solo del 10,8%. Además, nuestra tasa es mucho más volátil que la europea, creciendo enormemente con las crisis para luego recurperarse muy lentamente hasta coincidir con la pauta europea.

Gráfico 5

Otro ámbito en el que nos distinguimos de la UE es el empleo a tiempo parcial. Aunque nos hemos ido acercando a la media europea durante los últimos años, la proporción de ocupados con este tipo de contrato continúa siendo inferior en nuestro país, tal como se refleja en el siguiente gráfico.

Gráfico 6

El último hecho que llama la atención en esta comparación se deriva de la tasa de temporalidad. La proporción de trabajadores con contrato temporal sobre el total de los ocupados es mucho mayor en España que en la UE. Así, mientras que en Europa solo uno de cada siete u ocho trabajadores está vinculado a su empleador con un contrato por duración limitada, en España eso ocurre con uno de cada tres ocupados desde finales de la década de 1980. Esta tasa desciende en las crisis debido a que el paro es muy elevado entre los trabajadores temporales.

Gráfico 7

En definitiva, es posible atribuir algunas de las peculiaridades de nuestro mercado de trabajo al diseño y evolución de las instituciones que lo regulan. Fruto de ellas es una realidad en la que la población tiene a su disposición menos oportunidades laborales que las que ofrecen otras economías desarrolladas, oportunidades que además son más precarias.

Continuará...

Fuentes

  • Eurostat: http://ec.europa.eu/eurostat
  • Buesa, M. (2015): La pachorra conservadora, La Esfera de los Libros, Madrid.
  • Clases de Economía Española del Prof. Dr. Mikel Buesa Blanco (Universidad Complutense de Madrid).
  • Instituto Nacional de Estadística: www.ine.es

Autor:
Manuel V. Montesinos
Twitter