Migraciones: Destino 2050


Con tal de completar la entrada dedicada a los beneficios económicos de las migraciones para los países receptores, me gustaría compartir con nuestros seguidores varias ideas extraídas de otra de las lecturas que he realizado recientemente sobre este tema. Se trata de un artículo publicado en otoño del año pasado en Journal of  Economic Perspectives, en el que Gordon Hanson y Craig McIntosh se preguntan por los factores que explicarán las migraciones durante las próximas tres décadas.

Como ellos señalan, las decenas de miles de refugiados que Europa ha recibido desde finales de 2015 nos han hecho comprender cómo las crisis humanitarias (la guerra civil siria, en este caso) impulsan los movimientos internacionales de personas. Pero aunque la inestabilidad política en algunas regiones durante los últimos años haya acelerado los flujos migratorios, es probable que estos pasen a estar motivados en un futuro cercano por las diferencias entre países en el ritmo de crecimiento de la población.

Precisamente este fue un factor clave en el aumento de las migraciones desde México hacia Estados Unidos del último cuarto del siglo XX. Mientras la tasa de fecundidad estadounidense descendió bruscamente tras el baby boom de la década de 1950, el número de hijos por mujer en México aún era muy alto en los años 60, lo que causaría un gran crecimiento de la población en edad de trabajar veinte años después. Justo en ese momento, una severa crisis financiera golpeó al país hispanoamericano, desencadenando una ola de inmigración hacia Estados Unidos. La estabilidad de la economía estadounidense, junto con las redes familiares de inmigrantes que se fueron creando en el país de destino, incentivaron aún más los desplazamientos.

Este relato no difiere demasiado del fenómeno que se está produciendo actualmente en Europa. La baja tasa de fertilidad del viejo continente y una población en edad de trabajar en declive contrastan con las que presentan África y Oriente Medio, cuyas economías se caracterizan por la escasez de empleo, unos salarios bajos y la inestabilidad política. En este marco, Hanson y McIntosh evalúan la contribución a las migraciones internacionales de las diferencias en las tasas de crecimiento de la población entre países.

La primera parte de esta tarea consiste en detectar las causas de las migraciones. Los autores se decantan por realizar este análisis con países de la OCDE, al tratarse de un grupo de economías de renta alta y con disponibilidad de datos comparables sobre migraciones por cohortes de edad. Esta muestre permite contrastar con facilidad la hipótesis de una relación positiva entre renta per cápita e inmigración. Efectivamente, existe una fuerte correlación en la dirección indicada entre el PIB per cápita y el porcentaje de población nacida en el extranjero. No obstante, la presencia de observaciones atípicas en esta regresión (como Japón), nos recuerda que las migraciones no dependen solamente de la renta. 

Hanson & McIntosh (2016): Porcentaje de la población nacida en el extranjero (2010) vs PIB per cápita en dólares PPA (media 2000-2010).
Para profundizar en esta dirección, los autores construyen un modelo de gravedad en el que suponen que los movimientos de personas entre dos países son función de las diferencias salariales entre ellos, las oportunidades económicas y los costes de emigrar. Entre los elementos que determinan los costes de desplazarse, aparte de los clásicos (distancia entre país de origen y país de destino, lengua común...) se incluye la existencia de redes familiares y de ayuda creadas entre los inmigrantes de la misma nacionalidad en los países de destino.

Después de estimar el modelo, los autores descubren que el efecto de las diferencias en la oferta de trabajo sobre las migraciones es negativo cuando consideramos este término por separado. Sin embargo, en combinación con las variables referidas a las redes familiares, el efecto pasa a ser positivo, confirmando así la influencia de dichas redes. Asimismo, como era de esperar, las migraciones son mayores cuando la diferencia entre el PIB per cápita del país de destino y el del país de origen es muy grande.

Posteriormente, los autores prevén la evolución de los stocks y los flujos de inmigrantes en los países de la muestra, combinando las estimaciones del modelo de gravedad con las proyecciones demográficas de Naciones Unidas y las previsiones de PIB per cápita del Fondo Monetario Internacional. Dividiendo la población en cohortes de diez años (2010-2020, 2020-2030, 2030-2040 y 2040-2050), añaden los flujos previstos por el modelo para cada década al stock de inmigrantes existente al principio de cada una de ellas. 
Hanson & McIntosh (2016): Inmigrantes de primera generación entre 15 y 64 años (millones).
Hanson y McIntosh destacan los siguientes resultados:
  • Estados Unidos: habrá un cambio muy pequeño en el stock de inmigrantes hasta 2050, de tal manera que solo llegarán jóvenes que reemplazarán a los inmigrantes que vayan saliendo de la población activa. Las llegadas de inmigrantes mexicanos se reducirán considerablemente, así como las de indios, chinos y subsaharianos.
  • Francia: su stock de inmigrantes se mantendrá relativamente constante durante el periodo analizado como resultado del declive en los flujos de China, Oriente Medio, norte de África e India, y un pequeño incremento del flujo de África Subsahariana.
  • Reino Unido, España e Italia: el stock de inmigrantes crecerá muy rápido como consecuencia de los flujos procedentes de África Subsahariana, India y un grupo diverso de países como Brasil, Filipinas o Marruecos.
  • Alemania: la población inmigrante irá decreciendo durante los próximos 30 años debido al debilitamiento de los flujos procedentes de Turquía y Oriente Medio y a la carencia de vínculos culturales con los países emisores. No obstante, los datos empleados en este análisis no recogen la reciente crisis de los refugiados, por lo que es posible que el país germano continúe atrayendo inmigrantes.
  • Japón: su tradición de aislacionismo demográfico y su alejamiento de las regiones donde se producirá un mayor crecimiento de la población mantendrá su reducido stock de inmigrantes.
A modo de conclusión, podría decirse que el aumento del número de inmigrantes en Estados Unidos se detendrá en los próximos años, lo que nos hace dudar sobre la justificación del creciente gasto en control de la inmigración que está llevando a cabo el país norteamericano. Mientras tanto, la Unión Europea se enfrentará a unas fuertes presiones migratorias, que serían más manejables si existiera una mejor coordinación en este ámbito entre los estados miembros. 

En cualquier caso, los resultados de este trabajo indican que las migraciones no serán una válvula de escape al rápido crecimiento de la población que se producirá en algunas regiones a lo largo de este siglo. El hecho de que Europa solo absorberá una pequeña parte del incremento esperado de la población en África constituye un reto en sí mismo.

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